En los límites del campo etereo,
donde existe una delgada línea fulgorosa,
que separa los campos,
es donde mi alma se aflije.
Donde no hay control,
donde el caos impera,
donde las actos no tienen propósito,
es donde mi alma se aflije.
El sentimiento que viene y va,
el que sientes llegar con pesadumbre,
aquél que no tiene nombre,
es donde mi alma se aflije.
Allí mi tribulación y desesperanza,
allí se unen y me acaban,
no me dejan, no me permiten,
y monstruosos pesares sobre mi se ciernen,
es dónde mi alma se aflije.
Y busco y no encuentro,
y corro y no llego,
y escapo, huyo, desaparzco,
solo para aparecer de nuevo en ese lugar,
oscuro y frío,
delgado y de una ansiedad asfixiante,
desierto, desolado, infinito y desesperador,
carente de toda armonía, ánimo y amor,
carente de toda esperanza,
allí es donde mi alma se aflije.