Todos tenemos un mundo dentro, en lo profundo de nuestras almas, y este mundo siempre lo pretendemos exteriorizar, reflejado o proyectado en el mundo que nos rodea, la circunstancia, en ella buscamos reconocimiento de nuestra “verdad interna”, constante y permanentemente, como si quisieramos asegurarnos de que todo “nos cuadra”.
Es este extraño comportamiento los que nos ata, nos mantiene, aferrados a un plano fijo, a la ilusión de una constante, estáticos en un mundo dinámico, donde el cambio es lo único que permanece y la realidad de ayer no tiene que ser necesariamente la de hoy.