Si te importa tanto la opinión de los demás, es que tienes una mala imagen de ti mismo. La mayoría de nuestras acciones son para nosotros, si les pones atención, nos daremos cuenta. Si nos puede mucho quedar mal, es porque creemos que somos el reflejo que vemos en los demás.
Creemos que somos nuestra reputación, cuando no es así, y si nos la creeremos, nos convertimos en lo que los demás piensen de nosotros, en lugar de vivir nuestra propia vida. La meta ha de ser cambiar la imagen que tenemos de nosotros mismos, mejorarla al punto de que no nos importe lo que los demás piensen de nosotros.
Pongamos un poco de atención y nos daremos cuenta de que cuando hablamos a los demás *sin que nos pregunten* en realidad nos hablamos a nosotros mismos, intentamos convencernos por todos los medios de que somos lo que les decimos a los demás que somos. Somos nosotros los que no nos creemos, no los demás.
Si te aseguras que los demás piensen que eres fuerte, es porque te crees débil, si quieres que otros piensen que eres listo, te sientes tonto, si quieres que vean que “tu si las puedes”, en realidad no estás del todo convencido de tu valía. Desarrollemos un estándar de dar el 100% de nosotros mismos, cada vez, independientemente de los resultados o reconocimiento de los demás. Eso nos dará una tranquilidad indescriptible y un sentimiento de autorrealización soñado.
A medida que nos aceptemos a nosotros mismos, nos relajaremos, nos importará cada vez menos el reconocimiento de otros personas y paradójicamente, lo obtendremos automáticamente porque ¿Quién no quiere estar cerca de alguien generoso, alegre y confiado? La sana autoestima es la mejor formadora de reputación.