Llegué justo a tiempo, un par de minutos y pude acomodarme como a quince metros del área del “puente” por donde pueden adentrarse los artistas hacia la gente, agarraré un buen lugar y comenzó a tocar Cerberus. Tocan de poca madre en vivo, aunque casi no se oía al cantante y la gente estaba “apagadona”, aun así se llevaron ovaciones y demostraron por que se ganaron a pulso abrir el evento, siempre agradecidos, emocionados por tocar en el mismo lugar que Metallica, vivían su sueño, el sueño de muchos de nosotros, si no es que de todos los que estábamos allí presentes.
Nos dejaron un buen sabor de boca, una entrega total, humildad y orgullo fusionados en un sentido de agradecimiento que solo puede tener quien se sabe afortunado de poder tocar ese día y en ese lugar, se merecen todo mi respeto y admiración. Cedieron el escenario a Iggy Pop que inmediatamente llego gritando “C’mon motherfuckers!” y comenzó a cantar y echar desmadre, como solo él sabe hacerlo, bailando como un poseso y tocando sus mejores rolas una tras otra, prácticamente sin descanso.
La gente se prendió un poco más con “Lust for Life” y “I’m sick of you”, pero a muchos hasta les molestaba, realmente el viejo (como si los de Metallica estuvieran tan chavos) aun la mueve y canta bastante bien, pero su estilo no es muy metalero, por lo menos Cerberus si es metal, dio un gran show pero a muchos no les gustaba y fue cuando comencé a apreciar a los chilanguitos, ya que me estaban hartando un poco con su típico “¡Cámara!” pero Iggy hizo aflorar ese lado creativo y genial que tienen con gritos de “¡Ya estuvo viejo guango!” o un “¡No, compi, no lo haga!” cuando Iggy comenzó a bajarse un poco los pantalones y un “¡Gracias! ¡Eternamente agradecido!” cuando se volvió a amarrar el cinturón.
Iggy bailó, gritó, cantó, pidió ver a la gente, prendió y se aventó al público de espaldas, mismo que lo cachó y devolvió al escenario con emoción. Hizo un gran espectáculo, abrió como un grande para los grandes y se despidió tan rápido como entró. Eran las nueve de la noche y entonces comenzó la tranquilidad antes de la tormenta, la espera impaciente, por fin seguiría a quien todos habíamos ido a ver.
Los rowdies empezaron a hacer todos los arreglos para Metallica, poniendo micrófonos, cámaras, púas y tocando los instrumentos para probarlos, la gente se emocionó con la bataca de Lars o la mítica lira blanca de James, ya se nos hacía agua el oído con las pruebas de sonido. Tardaron 15 minutos, son muy profesionales los rowdies de Metallica. Y la espera comenzó. Metallica iba a empezar a tocar a las nueve y treinta y ni un minuto antes.
Comenzaron las rechiflas, los gritos, la expectativa, los minutos se alargaron y alargaron, se sentía la tensión. Todo está a punto de estallar. Y entonces se proyectó “Ectasy of Gold” del Bueno, el Malo y el Feo en las mega pantallas y todo el pinche mundo se prendió, y cantó tarareando los acordes al unísono, “Oh Oooooh, Oh Ooooooooooh!” Se venía Metallica, por fin.
Y entonces sucedió: Se apagaron las luces y se oyeron los primeros acordes de “Hardwired” y todo el mundo enloqueció, todos se adelantaron para ver mejor, para alcanzar un mejor lugar, apretando a los de adelante, moviendo a los de los lados, comenzó un gran slam frenético, eufórico, increíble. ¡Todo el pinche mundo brincando! ¡Todos cantando! “We’re out of luck! We’re so fuck’d! Hardwired to self destruct!”
Una muralla de gente se abalanzó sobre mí, las ondas de choque me llegaban por diestra y siniestra, de frente, de espaldas, de todos lados, pero sobre todo del escenario, estaba a unos cuantos metros y el sonido era estupendo, ¡estremecedor!
¡Era la locura! Las pobres muchachitas que estaban se espantaron y ellas y sus novios comenzaron a “nadar contra corriente” tratando de escapar de la muchedumbre enloquecida, fuera de sí. Hice lo que pude para contener un poco la gente de mi lado y pudieran pasar por donde yo estaba, pero no fue mucho, entonces comprendí que tenía que hacer uso se toda mi fortaleza. No digo que estoy mamado ni nada de eso, pero he había estado ejercitando los brazos últimamente y me sirvió de mucho, eso y el consejo de Akagi a Hanamichi Sakuragi en Slam Dunk cuando se enfrentó a la albóndiga de Sannoh (referencia de Otaku) “Baja tu centro de gravedad”. Y con eso ya no me pudieron mover, o les fue muy difícil.
Para esto “Atlas, Rise!” había comenzado, las olas me empujaban y yo resistía, luchando por alcanzar a ver a James o a Kirk, venían de detrás de mí hacía el escenario y luego rebotaban, hacía atrás de nuevo y la iluminación llegó: “Al venir hacia atrás me planto, luego me adelanto” y comencé a resistir y a avanzar “Crushed under heavy skies” – se venía la ola, “Atlas, rise!” y yo hacia adelante, gritando “Rise!”. Supe que así tendría que luchar todo el concierto y de los quince metros de los estaba del puente, llegué a estar a tres al final.
Gran inicio por parte de Metallica, con dos de las mejores rolas del mejor disco que han sacado en veinte años, debo decir mucho mejor que Saint Anger y que Death Magnetic, su sonido ha madurado bastante, han pasado por duelo, soportado oscuridad, cayendo en una espiral descendente de arrogancia y bullying, arrepentimiento, aguante, aceptación y finalmente: acción, la cual rindió frutos. Y en qué forma.
Allí fue cuando volviendo al presente me di cuenta de que no escuchaba a James ¿No funcionaba su micrófono? Habló y dijo “Mexico! We’re on our second home!” Y me di cuenta de que funcionaba perfectamente. No lo podía escuchar por que no dejábamos de cantar, no solo los coros, cantábamos toda la canción y tarareábamos los riffs, cual Beavis and Butthead. Y así fue todo el concierto.
Se oyeron los campanazos y el foro entero se quería venir a bajo, “For Whom the Bell Tolls! For Whom the Bell Tolls!” gritaron todos a mi alrededor, a mi unísono para mi agradable sorpresa. Todos eran de mi edad hacia abajo, jóvenes y mal llamados chavorucos (los de Metallica no están nada chavos, mis chavos). Todo el mundo tarareando el intro, brincando al sonido de la bataca de Lars… y entonces comenzamos “Make his fight on the hill in the early day…” toooodos cantando lo que para muchos de nosotros es un himno universal, espiritual, trascendental, emblemático, clásico entre los clásicos, del mejor disco de Metallica y de todos los tiempos, al menos para mí, mi segunda rola favorita. No cabía en mí. En ese momento me trasladé al momento en que la escuché por primera vez, en mi walkman, en un cassette que compre “underground” en los puesteros de Colegio Civil en mi adolescencia y que escuchaba una y otra vez. Y estaba allí y después aquí, allí y después la gente traía de vuelta, estaba en mi cuarto viendo el San Diego ’92 en VHS y después tenía a Metallica frente a mí. Pasado y presente frente a mis ojos, a mis tres ojos.
Y la cosa apenas empezaba: “Fortune fame, mirror vane, going insane, but the memory remaaaaiiiiins!” Me dieron en la madre. Una de las primeras canciones que escuché de Metallica, la segunda de hecho, de cuando dije “¡Que pedo! ¡¿Qué es esto?!” Y “¿Dónde has estado toda mi vida?”. Entendamos que crecí en un Monterrey, una ciudad grupera y la música predominante eran cumbias y en mi familia no había rockeros, salvo mi padre que aunque no es totalmente rockero me dio a conocer a Kiss y a Queen. Para mi mala suerte no tocaron “Fuel” la primera canción que escuche de Metallica, cuando el solo de Kirk despertó en mí el amor por el metal, que hizo nacer mi impulso frenético. Y de allí me fui de adelante para atrás, “Reload”. Wow. “Load”: ” Wow. “Black Album”: Increíble. “And Justice for all…”: Sorprendente. “Master of Puppets”: WTF! Obra maestra. “Ride the Lightning”: El acabose, el mejor álbum del universo de todos los tiempos (ya lo dije, verdad) y finalmente “Kill’em all”. La cereza en el pastel.
Y los gritos, mis gritos me trajeron de vuelta. El canto de todo el foro, sesenta y cinco mil almas cantando, haciendo el outro, completo, todo el fade de todos los instrumentos, y más, mucho más, por un buen rato mantuvimos el “darara ra ra dara raaaa”. James no cabía en sí mismo de sorpresa, y de orgullo. “Nos cedió” el micrófono y se palmeo el corazón, en señal de agradecimiento. No se puede pedir un amor más grande, un sentimiento mayor para el artista del que reconozcan tu obra.
Se oyeron los primeros acordes de “Sanitarium” y todos los reconocimos, se escuchó el “uuooooo” ensordecedor. Cantamos y cantamos y en el outro de nueva cuenta nos movimos todos. Mi resistencia dio frutos y cada vez me encontraba más cerca del escenario.
“Se puede vivir para siempre, pero primero tienes que morir” dijo James y todos supimos lo que se avecinaba. Otro rolón del nuevo disco: “Now that we’re dead”. Lo mejor fue cuando hicieron un interludio y los cuatro tocaron tambores de batería y Lars prendió a la gente, que respondió con un “Hey” a su señal, después de que marcar el ritmo. Aquí mostraron su maestría, su alto nivel interpretativo, al hacer el interludio y retomar la canción sin desafinar, sin trastabillar, sin interrupción ni traspaso. Simplemente genial.
James volvía dirigirse al público con su clásico “¿Todos tienen el nuevo disco? ¿Se saben la letra?” Que precedió a “Moth into flame” y de nuevo el respetable enloqueció. Parecía no tener fin su energía. Para ser sinceros, cuando escuche la primera rola de su nuevo disco, en el tubo, “Hardwired”, no me impresionó tanto. Dije “Esta bien, pero algo corta y el solo quedó a deber”. Pero cuando escuche la segunda, “Moth into flame” dije “Han vuelto”. Y dicho y hecho.
Entre tanto los solos de Kirk estremecieron al estadio que por primera vez guardo silencio. Se prendió, toco con todo, hasta con un ampli, mirando directamente a la cámara con la cara desencajada por la emoción. El foro entero le correspondió la euforia. Sensacional.
Le sucedió “Harvester of Sorrow”, clásico entre clásicos y me recordó a Jason Newsted, la gira del Álbum Negro, los conciertos en Rusia. Y de nuevo los cantos ensordecedores de todos nosotros llenaron el estadio. “Confusion” vino a continuación, no de mis favoritas del Hardwired pero en vivo es espectacular, sin duda. Y entonces sucedió, se escucharon los acordes que emulan un “galope” y todo el mundo enloqueció de vuelta gritando “The Four Horseman” y me transporté a mis videos del mítico San Diego ’92, la mejor presentación de Metallica y por lo menos para mí, el mejor concierto de todos los tiempos, aunque oficialmente el reconocido sea el Wembley ’86 de Queen, que no canta mal las rancheras. Y por segunda vez recordé a Jason y su canto, diferente al de James, menos melódico pero más gutural y potente, y mi voz se modificó inconscientemente para parecerse a la suya, lo escuche de nuevo como si estuviera allí, en mi propia voz.
“¿Les gusta lo pesado? ¿Quieren pesado?” y supimos lo que se avecinaba, lo que podría ser la mejor canción del álbum Negro, profunda, introspectiva, bastante Zen: Sad But True. Y mi mejor amigo y yo estábamos viendo “Cunning Stunts” en mi cuarto, quince años atrás, cantando a todo pulmón. De pronto una oscuridad me trajo de nuevo al presente, cuando sentí mi boca seca y mi garganta irritada de tanto cantar.
Robert se puso la verde. Es un virtuoso, un maestro del bajo. Cliff era un monstruo, incomparable, sí, pero Robert es un maestro. Se aventó “Anesthesia” con los dedos, tan bien como solo Cliff antes que él había podido hacerlo.
Y entonces un juego de luces intermitentes y sonido de balas anuncio lo que podría ser la canción más emblemática de Metallica, de no ser por “Enter Sandman” un par de años después, la gran, la única e incomparable: “One”. Y de nuevo volvía San Diego ’92 con la mejor interpretación, duelo de solos incluido, de “One” por parte de Metallica. No hubo duelo de solos, no se alargó (más) la canción, pero estuvo genial, increíble sensación realmente.
“Master. Of. Puppets!” y el foro entero se quiso caer de nuevo. La tocaron completa, intermedio y risa maléfica al final. Interpretación perfecta, canción completa, cantada por todo el mundo de principio a fin “Master! Master!” ¿Se podría pedir algo mejor? Pocas cosas vienen a mi mente. De nuevo recordé a Jason. Era de las suyas.
Y luego llegó el acabose, para mí personalmente, James sacó una acústica y dije “Unforgiven”, pero se comenzaron a escuchar las notas de “Fade To Black”, la más grande canción jamás escrita, al menos en mi humilde opinión, se escuchó un “uuoooo” en todo el foro, James sonrió como solo alguien extremadamente complacido puede hacerlo, volví la mirada atrás y miles de luces iluminaban todas las gradas, miles de celulares con su luz de flash encendidas (ya no se usan encendedores, je je) desparramadas por todo las gradas. Las notas del intro sonaron en la lira de Kirk. El corazón me dio un vuelco, una lagrimita de Remi corrió por mi mejilla, me puse la mano derecha en el corazón y canté. Canté a todo pulmón como pocas veces. Mi voz se levantaba y mi puño se alzaba y alzaba con el mejor outro de la historia. En ese momento estuve satisfecho. Podía terminar y me sentiría feliz. Pero no, faltaba mucho por venir. Lo mejor me esperaba.
Trasladaron una batería cerca de donde nos encontrábamos, en el “puente” y la gente no lo podría creer. Se acercaron a nosotros. Mi lucha constante ya me había acercado a tres metros del puente y tenía a los Cuatro Jinetes frente a mí. James nos habló de nuevo y dijo “Ustedes saben que cantar ¿Verdad?”. “Yo digo “Searching y ustedes…” “¡Seek and Destroy!” gritamos todos, miles de voces unidad en una sola. Y el mundo se me vino encima, todos querían estar más cerca, pero los combatí con toda la fuerza de la que fui capaz, los contuve, los rechacé de vuelta hacia atrás. Nadie me movería de allí. Kirk comenzó el intro y el mundo se concentró en el punto en el que yo estaba a tres metros. Con mis brazos aguante a los dos chavos que estaban a mi lado, me puse detrás de un chapo y tenía el mejor lugar del mundo, con Metallica directo frente a mí, mirándolos a los ojos mientras “Seek and Destroy” sonaba. Y ahora comprendía porque extrañaba a Jason, para ser sinceros, Robert es el puto amo, toca muuuuuy cabrón, es mejor bajista que Jason, sin lugar a dudas. Pero nadie prendía a la gente como Jason. Y su voz fue de nuevo mi voz. Le he de haber roto el tímpano al que estaba frente a mí, pero no creo que le importara en ese momento.
Se retiraron momentáneamente, ya sabía lo que venía, esto aún no terminaba, “Esto no se acaba hasta que toquen Sandman” me dije a mi mismo. Los muchachos detrás mío comenzaron a gritar “¿Y que cierren con Fight Fire With Fire?” y sus palabras tuvieron algo de proféticas, explotó fuego en la parte superior del escenario, se sinttó la llamarada caliente, potente hasta donde estaba y los distintivos acordes sonaron fuerte y claro, “Do unto others as they have done unto you But what in the hell is this world coming to?” Todos cantamos. Y cantamos. Y cantamos.
Parecía que el sueño había terminado. Pero James reapareció tocando unas notas suaves, afinando su lira y empezó con el clásico intro de “Nothing Else Matters” y de nuevo volví la vista y las gradas llenas de luces, un espectáculo que tiene que verse para creerse. “So close, no matter how far…” comenzamos a cantar, meciéndonos, abrazándonos, moviendo las manos en alto, como una tribu, un ejército, una horda, una milicia metalera.
Terminó la canción y James sostuvo el outro, las últimas notas y en la pantalla se mostró su mano tocando la lira. Sostuvo la nota con la izquierda y nos mostró su púa con la derecha, blanca con la “M” de Metallica y todo el mundo gritó en sentido de aprobación unánime y absoluta, la volteó y las caras de Hardwired estaban pintadas de verde, blanco y rojo. Y todo el mundo perdió la razón, los gritos ensordecedores anteriores no eran nada, alcanzaron niveles que jamás había escuchado. Ese James supo cómo tocarnos las fibras del corazón.
Y entonces comenzó a tocar de nuevo. Los míticos acordes:
E5
A5 E5
E5 G5 F#5 G5 F#5 E5
La canción más “cerradora” de Metallica, la legendaria “Enter Sandman”, cerrando con broche de oro, anunciando el final con las ya clásicas pelotas de playa, blancas esta vez, recorriendo todo el escenario, por entre todo el público. Más fuerte que nunca todo el mundo cantó y tarareo los riffs, con tal emoción que sentía cimbrar el suelo: “Eeeeexit light! Eeeeenter night! Take my haaaand! We’re off to never never land!”
Y allá fuimos, a la tierra del nunca jamás, de ida y de vuelta, en dos horas del mejor metal del planeta, con la banda más grande de todos los tiempos. Se puede discutir por días enteros que banda es la mejor, pero cuál es la más grande está más que claro, tocó ayer en el Foro Sol.
Se despidieron, en mal español pero con mucho corazón, “Ciudad de Mexico City! Buenísimo!”, “Más bueno!”. Luego Robert tomó el micrófono: “Son unos chingónes!” nos dijo en un tono chicano. “Denme un uoh!” y todo el foro le respondió fuerte y claro. Lars se tomó su tiempo y para agradecer más elocuentemente y al salir James iba tan entusiasmado que seguía pidiendo coros, que la gente le había dado todo el concierto con el clásico “Oeeeh Oeeeh Oeeeh Oeeeh… Metaaaa llicaaaa” y la pantalla quedo negra, formando “Metallica” con las letras M y A gigantes que había a los lados del escenario, luego quedaron los nombres de los cuatro “Hetfield Ulrich Hammet Trujillo” y por fin, supimos que había terminado. Volví mi espíritu a mi cuerpo y me sentí muy cansado. Y sediento.
Canté y grité hasta quedarme afónico, me empujaron, aventaron, me dieron pisotones, luché literalmente todo el concierto por un lugar, nadé contra la corriente de un mar de gente, entré a la rifa del “Pit” y no gané, entre a la del “Meet and Greet” y tampoco gané, entre empujones y saltos, muy apenas pude rozar tres de las pelotas de playa que sueltan al final de concierto, no me pude quedar con ninguna, estuve a punto de quedarme con una de las púas de Kirk y tampoco se me hizo. Pero pude cabalgar a tres metros de los Cuatro Jinetes rumbo al apocalipsis.
Y nada más importa.