Estamos tomando decisiones permanentemente, todo el tiempo, desde que nos despertamos e inclusive estando dormidos, seguimos pensando, decidiendo. Decidimos a que hacerle caso, a que o quienes brindarles nuestra atención, nuestro dinero, nuestro tiempo.
Todas las decisiones nos cuestan, y nuestros resultados son la suma total derivada de toda las decisiones de nuestra vida. ¡Pero que pensamiento tan abrumador! ¿No es así? Pero no hay razón para abrumarse – para decidir abrumarse, mejor dicho – ya que no podemos hacer nada para evitarlo, así que aceptarlo es lo que nos queda.
Y una vez que lo aceptamos, podemos proceder a utilizarlo para nuestro beneficio, para nuestra mejora, para nuestras metas, y sobre todo, para valorarnos a nosotros mismos. No solo nuestro dinero vale (que si lo es), sino también nuestro tiempo, nuestra atención, nuestras palabras, nuestras emociones, sentimientos y pensamientos, son valiosisímos.
¿En que gastarás tu vida hoy? ¿En que invertirás tu tiempo? Con esta nueva visión, seguro perderas mucho menos el tiempo en cosas vanas, que no valen la pena, que no son trascendentales a tus propósitos. Y esto ya es algo que celebrar.
Ninguna decisión es gratis, y es algo fantástico que así sea, y más aún que estemos plenamente concientes de ello.