Hace mucho tiempo, en un lugar olvidado ya por los hombres, existió un virtuoso que con su música deleitaba a los ángeles, a los hombres y a las bestias.
Y sus notas vigorizaban espiríitu y mente, y extasiaban el oído de quien las escuchaba y no existía ser viviente en tierra, agua, aire y éter, que no conociera la música del virtuoso, pues de ella dependía la armonía del mundo.
Y de cada pieza, una maravilla, y para cada maravilla una pieza, para el amanecer, para el ocaso, para cada estación, para cada mar, para cada lago, todos por igual contaban con su música, propia, distintíva y leal a su cada cual, pues el universo es música, y sin música, la vida nada es.