Para salvar al mundo, primero se debe salvar al hombre. Salvando al hombre, salvamos el mundo. El hombre está enfermo, su mal se llama ego, el hijo del miedo. Su contraparte es el amor. El amor salva al hombre, el amor salva al mundo.
¿Simple? No es así. Pueeeees, no tanto. Es difícil amar, debido a que todos tenemos miedos, todos los humanos los tenemos, el miedo nos hace tomar malas decisiones, para alejarnos de aquello que queremos evitar. No hemos evolucionado lo suficientemente rápido, verán, hace solo unos cuantos miles de años, aún estábamos expuestos totalmente: A las condiciones de la naturaleza, depredadores, etc. Luego, el miedo es un instinto de supervivencia y eso era bueno, cuando la tierra no estaba superpoblada, éramos pocos, la expectativa de vida era corta. El miedo alertaba los sentidos para poder sobrevivir.
En la época moderna, tenemos una alta expectativa de vida en la mayoría de los centros con una población densa, acceso a servicios de salud (lo sé, no todos los tenemos y no son perfectos pero esa es otra historia) o por lo menos a la oportunidad de accederlos, pavimentación, transporte, servicios de agua, gas, luz, logística para asegurar el acceso al alimento, etc.
Luego, como ya no batallamos (o al menos muchos de nosotros no) ¿A dónde se va nuestro miedo? A las percepciones. Percepción es realidad, y lo que percibimos como amenaza nos provoca miedo. Actuamos corriendo o peleando, instintivamente, no racionalmente. Actuar racionalmente no se nos da a todos naturalmente, inclusive las personas más inteligentes muchas veces reaccionan por puro instinto.
¿Por qué es así? ¿De dónde viene esto? Viene de las expectativas que tenemos. Mira, estamos acostumbrados desde hace miles de años a asegurar nuestro puesto en la tribu. Está a escalado (no diría que evolucionado, no exactamente) en la sociedad que conocemos. En tiempos ancestrales, si te expulsaban de la tribu, quedabas expuesto, te echaban de la aldea, no tenías protección y algún depredador podía devorarte, no tenías techo, te mojabas, enfermabas, no tenías acceso a herramientas y tu vida pues virtualmente estaba arruinada.
Por eso, tendemos a permanecer en la tribu, y hacemos lo que sea por ello, pues tenemos miedo, en el fondo, a estar solos, pues eso implicaba la muerte. Tememos la muerte, y cualquier cosa que pueda llevarnos a ella: pobreza, enfermedad, violencia.
Por supuesto, nada de esto conocemos o somos conscientes al nacer, nos lo tienen que enseñar. La familia, la escuela, la sociedad, son nuestras tribus que nos ponen las reglas y nos condicionan la permanencia. Sigues las reglas, permaneces en el grupo, aseguras supervivencia. Las reglas son puestas mediante una serie de limitaciones: No corras, no rompas nada, no platiques, no grites, no robes, etc.
Pues bien, que tenemos hasta ahora: Miedo a la muerte, a la exclusión del grupo. Pues esto nos genera más miedos adyacentes: Miedo al qué dirán, miedo a la burla, miedo a equivocarnos. Como tenemos miedo a equivocarnos, no desarrollamos responsabilidad, desarrollamos un victimismo irracional. La mayoría de nuestros esfuerzos se dirigen a mantener un imagen, una máscara, lo más perfecta posible, desde nuestro propio razonamiento, para no tener culpa, para evitar la vergüenza. Todo este esfuerzo nos genera dolor, el cual evadimos con la mentira, creándonos una ilusión y fusionándonos con un apego terrible, a nuestra personalidad, a nuestras ideas, a nosotros mismos, derivando en un egocentrismo inmenso.
La culpa, la vergüenza, la mentira, se vuelven armas, que personas conscientes de esto pero carentes de empatía pueden usar e incluso institucionalizar para mantener el poder y generar lo que llamamos el “status quo”, que las cosas se queden como están, que “no pase nada”. Estas mandan desde el miedo, y, cualquiera que te quiera convencer de algo utilizando el miedo, no quiere un bien para ti. Si, inclusive tu madre, cuando quiere que estudies y consigas trabajo, no quiere un bien para ti, quiere que sobrevivas nada más, no te que te sientas bien, no que seas feliz, y quiere tener la consciencia tranquila, jugar a la segura, asegurar que es una buena madre. Esta actitud paternalista es por demás destructiva.
Entre más tiempo estés expuesto a este ambiente, entre más “veces” apliquen este conductismo psicológico negativo en ti y tu no estés consciente de ellos que hasta lo veas “normal”, más te hundirás en el ritmo hipnótico de la carencia de atención, más fácilmente podrás ser manipulado, por más tiempo permanecerás dormido.
Antes de continuar aclaro que este no es un “rant” contra el sistema, te habla alguien que nunca reprobó un examen, que fue a la escuela, secundaria, prepa, universidad, consiguió trabajo y formó una familia. No soy un hippie, no soy un “desestabilizador” ni tampoco un huerquito que aún no ha vivido y tiene su etapa de “rebelde”. No intento convencerte de nada. Si lo que lees aquí te es de utilidad, por favor, úsalo, aplícalo. Sino, simplemente descártalo. Eso es todo.
¿Qué tiene que ver esto con salvar al mundo? Podrás pensar. Como ya dije, salvas al hombre, salvas al mundo, y al primero que tienes que salvar es a ti mismo. Sé que podrás pensar “Pero sho no necesito ser salvado ché” (si lo dije con acento argentino, que tienen fama de vanidosos, amigos argentinos es sin ofender, si se quieren burlar de mi adelante, probablemente lo merezco de todos modos). Pues bien, existirán personas más sanas a las cuales probablemente todo lo que digo les parezca obvio, que ya sepan todo esto o que simplemente el miedo no les afecte en la misma medida que a todos nosotros, de eso no tengo duda. Sin embargo, un número significativo de ciudadanos no está del todo consciente de ello, pues los miedos nos acarrean problemas que estamos muy ocupados tratando de resolver, como ganarnos la vida, por ejemplo.
Esto viene del miedo a la pobreza, como ya mencioné, uno de los más grandes miedos que he tenido en mi vida, ya que como ciudadano de a pié que siempre he sido, me ha tocado sentirlo muy frecuentemente. El miedo a estar solos puede llevarnos a buscar “el amor” (hay más de un tipo de amor, realmente) y no pelar nada más. Y así, dependiendo de la personalidad, gustos, intereses, educación e instrucción de cada quien, cada uno tenemos un veneno diferente.
Cuando ese venenos es administrado frecuentemente nos apegamos, a las cosas, a las personas, a las actividades, a las ideas, y nos olvidamos de lo demás, pasa a un segundo o tercer plano. Luego, estamos “ciegos” o “dormidos”, durante este lapso, que puede durar toda una vida.
En ese estado de gran apego, de temor al cambio, a equivocarnos, nos cerramos y rechazamos y combatimos o minimizamos al menos toda idea que vaya en contra del marco de razonas que hemos creado para permanecer en ella. Esto deriva en una intolerancia irracional que no respeta ni siquiera los hechos evidentes contrarios a lo que hemos decidido que es la “verdad”. En este estado, no queremos ayuda, no queremos cambiar y nadie nos puede convencer de lo contrario, la razón no vale, pues la decisión fue emocional y ya se tomó e ir en contra de la misma, para nosotros en ese momento y lugar, sería nuestra destrucción. Si, aunque solo sea percibida, así es.
Aquí vemos como personas se aferran a sus creencias, a su ideología, a pesar de las evidencias irrefutables en su contra. Aquí vemos como las personas se aferran a sus relaciones románticas por más peligrosas, dañinas que sean. Aquí vemos como las personas se aferran a sus trabajos, a sus negocios, por más que vayan mal o evidentemente estén tomando una mala decisión. Aquí es donde la razón se pierde, pues es una locura intentar lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes.
Entonces lo primero que tenemos que hacer es despertar, abrir los ojos. Para ello el primer paso es querer hacerlo. Si estamos muy cómodos en nuestros apegos, en nuestra ilusión, no vamos a querer hacerlo, pero dentro, muy dentro, atrás de la mente esta nuestro espíritu, nuestra consciencia, que quiere e insiste noche y día en que la escuches.
Entonces tenemos que decidir escucharla. Allí comienza todo. ¿Cómo llegamos a esta decisión?, me preguntarás. Y yo te diré: “Excelente pregunta”. Muchos llegamos por hartazgo, por deseo de superación, porque ya estás cansado de intentar e intentar y nada más no ver los resultados que esperas, y dices “Aquí debe estar algo mal, aquí falta algo”. Es algo muy personal, por que la decisión es personal. La búsqueda de la paz es personal. No puede ser inducida a voluntad. ¿Has escuchado la frase “Tienes que tocar fondo”? Pues a eso se refiere. Hasta que una persona toque fondo, no te escuchará, hasta que no haya decidido cambiar ella misma, no te pondrá el menor interés, por más que sea en por su propio bienestar.
No todos “tocan fondo”. Si una persona ha estado el suficiente tiempo expuesto al ritmo hipnótico de la deriva (o las suficientes veces expuesto a una actividad negativamente adiestradora) sin querer despertar, esa persona no tendrá salvación. Es como un remolino en el mar, si un barco está suficientemente a la orilla, puede salir y salvarse. Pero si pasa cierto punto de no retorno dentro del remolino, está perdido, ya no podrá salir de él y se hundirá, es lo mismo que pasa con las personas.
Estando en un estado “dormido” (más bien aferrado) las personas no te escucharán, pero por supuesto como ya mencioné hay niveles. Hay un nivel de no retorno, pero antes hay niveles. Hemos de tratar con las personas menos “dormidas” por supuesto y comúnmente son las más jóvenes. Entre menos exposición al adoctrinamiento colectivo, más posibilidades de “despertar”, y más voluntad de hacerlo. Hay excepciones, por supuestos, si desde el núcleo familiar constantemente el ambiente es negativo, incluso una persona muy joven puede estar perdida.
Pues bien, entre más nos escuchen las personas, más posibilidades, pero a la gente no le gusta que le digan que hacer, y aplicar conductismo puro, además ser un acto paternalista y condescendiente, traerá consecuencias adversas al sentirse manipuladas las personas. Predicamos pues con el ejemplo, y hacemos accesible material que estimule la creatividad, pro actividad y responsabilidad de la gente, nos abrimos, nos exponemos, nos hacemos ver vulnerables (contrario a lo que hacen las personas egocéntricas) para demostrar nuestra buena disposición. Ellos tomarán el camino por decisión propia, se interesarán en su desarrollo personal, mejorarán sus estados de ánimo, ¡llegarán a brillar!
“Cambias tú, cambias el mundo”, se dice. Bueno, en realidad, cambias tú, cambia tu vecino que quiere cambiar. Si cambia tu vecino, su primo, que quiere cambiar, lo hará. Y su hermano, su tía, su amigo. Si llegamos a ser suficientes, influenciaremos el ambiente, y al cambiar el ambiente, cambiamos las condiciones para todos, podremos aspirar a cambiar nuestra tribu.
Para muchas personas estos es “wishful thinking” es dejárselo al destino. Para nada. Si bien los humanos queremos todo para ya y tendemos a pensar muy alto sobre nosotros mismos, debemos estar consciente que el cambio sólido y permanente requerirá una gran cantidad de tiempo, pues hemos estado sometidos al adormecimiento una gran cantidad de tiempo también.
La pregunta aquí es ¿Que podemos hacer para acelerar el proceso? Punto número uno, ten pensamiento independiente. Punto número dos, promueve el pensamiento independiente en los demás. Para hacer más eficiente el punto número dos, necesitaremos de una estructura, de una organización. Si hacemos una institución es bien fácil corromperla. Los individuos somos flojos y tendemos a delegar las responsabilidades. El objetivo de la estructura debe ser tener accesible material provechoso para ayudar a que las personas se instruyan en el tema del pensamiento independiente.
Entre más grande y eficiente la estructura, alcanzará a más personas, que influenciarán a más y así sucesivamente. El siguiente paso lógico será influir en el ambiente. Si “despiertas” y te comportas diferente, das más valor a las acciones positivas que a las negativas, te olvidas de tu egocentrismo y promueves las actividades humanas positivas, pagando por ellas – sí, con tu dinero, pero también con tu atención, con tu interés, con tus elogios, la gente está ávida de todo esto, y todos tenemos poder de compra, con una moneda o con otra – y penalizamos las negativas retirándoles nuestra atención, apoyo y dinero, por interés propio las personas que luchan por ello modificarán sus comportamientos. Este simple conductismo aplicado básicamente al estilo “galleta o periodicazo” es efectivo, y viniendo de una comunicad general, voltea el sistema de valores y contribuye al cambio positivo en el mundo.
En resumen:
- Libérate del miedo, de la vergüenza, de la culpa, del dolor, de la mentira, la ilusión y los apegos (deja de ser tan aferrado y egocéntrico).
- Ayuda a los demás a ser libres de miedo, vergüenza, culpa, dolor, mentira, ilusión y apego (se amable, deja de manipular con culpa, deja de burlarte, acepta a las personas, reconoce los méritos, se franco, compasivo, crea vínculos emocionales fuertes e independientes).
- Da. Da todo el valor que puedas a la mayor cantidad de personas que puedas.
- Se generoso con lo que has aprendido y ponlo al servicio de todos los que lo busquen y accesible a todos los que puedan llegar a buscarlo.
- Recompensa la bondad, retira cualquier tipo de recompensa a la maldad y ten cuidado, ya que muchas veces tu mera atención es suficiente pago, aliciente para que esta maldad continúe.
- Sé paciente. La paciencia infinita trae resultados inmediatos. Cambiar tu toma tiempo y dedicación. Cambiar al mundo también.
Esto no es tarea fácil. Requiere mucha dedicación, pero existen formas de que el camino sea mucho más simple. Y posteriormente podremos realizar actividades específicas de gran impacto, pues una sociedad ordenada, naturalmente tendrá instituciones ordenadas.