Abundan las páginas llamadas de “Ateos” en las que simplemente se despotrica contra todo lo que huela a religioso. En realidad, un adjetivo más acertado es “Antí-teos”. He de aclarar que soy ateo, no un creyente, antes de continuar.
Bien, adelante. Ciertamente son “anti-teos” y únicamente les dan más fama a los creyentes, pues los “antis”, al menos en la psique humana, no funcionan. Tal como los creyentes, tienen una herida emocional profunda, se hablan más a sí mismos que a los demás, es decir, lo que hacen lo hacen por su propio ego, para marcar una clara diferencia entre sus filias y fobias en una búsqueda de identidad. Es completamente normal. Ese es su verdadero propósito, no en sí el de lograr un resultado positivo en los demás, mucho menos en el mundo. Como todos, siempre nos ocupamos primero de nosotros mismos.
No somos en realidad tan diferentes a los creyentes, pues tenemos una preconcepción de una realidad, una decisión que está tomada de antemano, y una carencia de voluntad de cambiarla. Todo esto es perfectamente comprensible, lo sé, porque yo también fui así. Todos, al pasar a ser ateos, sentimos esa sensación de coraje, en un grado mayor o menor, pues normalmente, a nosotros las personas racionales no nos gusta que nos vean la cara y que mientan descaradamente al mundo y encima se les premie, hasta se les venere.
No podemos procesar esto, no con facilidad. Desde nuestro punto de vista, un poco más racional, como dije, no somos tan diferentes, muchas de las ideas que se propagan como verdades son absurdas. Muchos hemos sido expuestos a maltrato emocional, aislamiento y privación de la compañía y hasta del amor, por simplemente tener una naturaleza más escéptica. Y esto genera un resentimiento profundo.
Es normal que reaccionemos de esta manera y que busquemos culpables. Principalmente la religión. La religión es la culpable, pensamos muchos. Sin embargo, una vez que nos calmemos y podemos sobrepasar esa etapa tan egoíca, podemos analizar con más claridad y ver dos cosas:
- La religión es una cosa. Una cosa tal cual, tal como lo es un mouse de computadora. No tiene voluntad propia. Son las personas las que la utilizan, las que la profesan. Así que molestarse con la religión en general es absurdo.
- Hacemos lo que hacemos por impulso, por desquite. Nos burlamos, ridiculizamos a los creyentes porque nos sentimos ofendidos, atacados, que se nos quiere imponer una determinada ideología, una filosofía contraria a la que se nos da naturalmente.
Luego, concluimos que atacamos por nosotros mismos. Que nos hablamos a nosotros mismos. Que lo que realmente estamos diciendo es “¡Odio la religión!”. “Yo”, “odio”, “la religión”. Es por nosotros. Nos lo repetimos muchas veces, pues tenemos miedo. Miedo de caer de nuevo en eso que consideramos trampa. En eso que consideramos “el mal del mundo”.
Es por nosotros, no para tener buenos resultados de liberar a las personas del mundo del yugo que es la religiosidad que “no los deja pensar por sí mismos”. Esa es la triste verdad. Si de verdad quisiéramos ese resultado, tendríamos que aceptar primero nuestras propias heridas emocionales, sanarlas y posteriormente enfocarnos en sanar las de los demás, para que no tengan que buscar refugio en una esperanza construida, literalmente, en castillos sobre el cielo.
Si, por que aunque nos cueste admitirlo, somos personas más emocionales que racionales. Se nos da más la racionalidad que la emotividad. La entendemos mejor, nos gustaría que todos fuéramos más racionales. Pero no es así. Podemos probar con silogismos y con hechos como la mayoría de lo que pregona la religión es mentira y las personas que a priori han decidido ser creyentes seguirán creyendo.
La compra es emocional. La decisión que tomaron previamente es emocional. No podemos convencer con razones. Por más que lo intentemos, la cabeza de quienes intentamos inútilmente convencer se volverá sólido como la piedra, pues rechaza emocionalmente la razón. Se siente atacado, se siente que quieres imponerle tu ideología, a nadie le gusta que le digan “Te equivocas”.
¿Te suena familiar? Es el mismo acto reflejo que tenemos. No somos tan diferentes. Luego, aceptemos que todos nuestros “rants” son solo eso. Son solo berrinches, es catarsis, no es más que otra cosa. No cometamos el mismo error intentando racionalizar nuestros motivos. Estamos encabronados, es normal, es humano.
Jamás he dicho que no tengamos razón. Jamás he manifestado apoyo al creacionismo o algo por el estilo. No, para nada. Como mencioné al principio, yo también soy ateo. Lo que señalo es que la burla y el ridículo son inútiles para obtener buenos resultados de acercar el mundo a ser más racional, más escéptico. Son medios para liberar nuestras frustraciones, nada más. Pero para fines prácticos son fútiles.
¿Qué hacer entonces? ¿Todo está perdido? No, para nada. Propaguemos el pensamiento independiente, primero con el ejemplo, con nuestro ejemplo, seamos escépticos no solo con nuestras fobias, comencemos por nosotros mismos. Luego, hagamos lo posible por inculcar pensamiento independiente en los demás. Si llegamos a tener por nosotros mismos pensamiento independiente e influir en una sola persona más, nuestra labor ha sido importante.
Actuemos como las personas racionales que decimos que somos. Elevemos nuestro intelecto, ayudemos a ser cada día un poco mejores. Controlemos nuestros impulsos, aceptemos nuestros sentimientos, profesemos compasión por los demás. La compasión no es lástima, es voluntad de comprensión. Aceptemos que cuando alguien es muy proclive a la religiosidad es por propia decisión, que ha decidido someter su mente a una idea que para nosotros es absurda, debido a que está haciendo una compra, obtendrá un beneficio emocional, sensación de pertenencia, sensación de seguridad, y nosotros no sabemos que lo ha motivado a tomar esa decisión, y recordemos que también nosotros como personas emocionales tomamos decisiones emocionales.
Es entonces cuando podemos respetar la decisión de alguien más, cuando podemos profesar compasión, cuando podemos de verdad estar en paz. Sin religión. Esa sería la verdadera prueba de nuestro ateísmo.