Me encanta el basquetbol. Es el deporte más difícil que he practidado, y el más cansado. Simplemente no paras en el bien llamado “deporte ráfaga”. De niño me tocó la época de Chicago Bulls de Pippen, Jordan, Kukoc y hasta de Rodman. Rápidamente se volvieron mainstream, jerseys con el número 23 por todas partes. Eran realmente buenos. Espectáculares.
Siempre que los recuerdo viene a mi mente su derrota en playoffs con Orlando Magic del Shaq y del centavo Anfernee Hardaway en el ’95. Par-ti-da-zo. Regresó Jordan y pensé que volverían a ser invencibles, pero perdieron. Que conmoción.
El siguiente año se sacaron la espina y ganaron el campeonato. Eso me dejó una gran lección. Eran humanos, no divinos. Se esforzaron por volver, trabajaron realmente duro el siguiente año. Perdieron ese juego. Aquella noche, Orlando los superó. Aquella noche. Las derrotas no son eternas.
Cuando caes, caíste en ese momento, no para siempre. Vuelves a levantarte más fuerte y mejor debido a ello. La derrota no es un fracaso, es un paso más cerca del éxito. Me encanta el basketball.