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Dialéctica

No creo

– No creo.
– ¿No crees que?
– No creo que Dios exista.
– ¿Por que nó?
– No hay ninguna prueba de ello.
– ¿Necesitas pruebas?
– Si.
– ¿Por qué?
– Para saber que es cierto.
– ¿Sabes que la fé es creer sin ver?
– Si.
– Entonces no tienes fé.
– No, no tengo.
– Luego, no puedes creer en Dios.
– No, no puedo.
– Pero crees en algo ¿no?
– Creo en la ciencia.
– ¿Crees en la ciencia.?
– Claro, ¿tu no?.
– No.
– ¿Cómo puedes no creer en la ciencia?
– No tengo que hacerlo.
– ¡Claro que tienes que hacerlo!
– Por supuesto que no, la ciencia no obliga a creer en ella, ni necesita que yo la crea, seguirá siendo la misma, crea o no en ella.
– Pero no puedes ignorar las pruebas, los hechos, las demostraciones científicas.
– No las ignoro.
– ¿Entonces por que no crees?
– No necesito tener fé en algo que necesita tener demostración, se demuestra, se reconoce su existencia y punto.
– Pero no puedes demostrar la existencia de Dios, vaya, ni siquiera la existencia de Jesús.
– No la necesito demostrar, tengo fé.
– ¿Solo por que tienes fé ya demuestras que existen?
– No, claro que no.
– ¿Entonces?
– No se trata de demostrar.
– ¿De que se trata entonces?
– De creer, de servir un fin último, de ser libres.
– ¿Como puedes ser libre sirviendo?
– Es la única manera de ser realmente libre.
– !Eso no tiene sentido¡
– No, realmente no tiene mucho sentido, pero no se trata de eso.
– ¿De que se trata entonces? No te comprendo.
– No tienes que.
– Debo de. Tengo que comprender, si no…
– Si no ¿que?
– Si no, no sabré la verdad.
– ¿La verdad?
– Si, la verdad.
– ¿Deseas saber la verdad?
– Tengo que conocerla.
– ¿Por que?
– Por que existe y debo saberla.
– ¿De verdad tienes que saberla?
– Asi es.
– ¿Que pasará cuando la sepas?
– La sabré y estaré seguro.
– ¿No estas seguro ahora?
– No. ¿Tu si?
– Claro.
– Claro, por que tu crees.
– ¿Y tu no?
– No.
– ¿No crees en la ciencia?
– Claro.
– Pero no estas seguro.
– No, en realidad no.
– ¿Crees que necesitas creer en Dios?
– No creo, yo creo que no existe.
– ¿Por que no puedes probar su existencia?
– Asi es.
– ¿Y necesitas probarla para estar seguro?
– Si.
– ¿Para estar en paz?
– Si.
– Ya veo. La única manera que conozco es creer.
– Yo no puedo creer.
– ¿No crees en algo o en alguién?
– ¿En alguién?
– Si, en alguien. Alguien importante para ti, alguien digno de tu confianza, ¿En quien confías?
– Claro, confío en mi madre, por ejemplo.
– ¿Amas a tu madre?
– Por supuesto.
– ¿Y confías en ella?
– Claro que sí.
– ¿Le confiarías tu vida?
– Claro, ella me la dio, después de todo.
– Entonces puedes creer.
– Claro que creo en mi madre, puedo comprobar su existencia.
– Digamos que te vas de viaje, y tu madre te promete que te esperará en el puerto a tu regreso ¿Le creerías?
– Por su puesto.
– Pero no puedes probar que sin lugar a dudas ella estará.
– Oh, allí estará.
– ¿Como lo sabes?
– Mi madre no me fallaría.
– Pero no puedes estar científicamente seguro que allí estará, pueden pasar muchas cosas, se puede retardar, perder el autobús, puede caer enferma, le pueden llegar visitas, en fin, muchas cosas, no puedes estar seguro… ¿Aún así le creerías?
– Claro que le creería, ella es mi madre.
– Madre es el nombre de Dios en el corazón de todos los niños.
– Yo ya no soy un niño.
– Evidentemente que no, si lo fueras, no estarías en tribulación.
– Sigo sin comprender.
– Y me temo que seguiras sin comprender, hasta que comprendas, que no es necesario comprenderlo todo.

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