Los problemas son para resolverlos

Henry Ford dijo una vez: “La mayoría de las personas gastan más tiempo y energías en hablar de los problemas que en afrontarlos”. Tenía mucha razón.

Es bastante común la contemplación mental de los problemas, dejar que nuestro foco de atención se centre en su existencia, lo injusto de la misma y en qué medida nos afectan, en lugar de la manera más pronta de su resolución.

Este comportamiento dista mucho de ser una buena práctica, es más bien un problema más en sí, y desgraciadamente uno muy común. Los problemas existen con el único propósito de ser resueltos, piensa un poco, son las soluciones a los problemas las que adquieren fama, gloria, reconocimiento, ¿Alguna vez escuchaste a alguien decir “Voy a ver una exposición de los problemas más grandes y duraderos del mundo”? No lo creo.

Los problemas deben ser resueltos, no eternizados, atendidos, no contemplados. Desarrollar un sentido de practicidad no es difícil, se comienza con la conciencia de la utilidad de la misma, nos conviene ser prácticos, en cuanto a problemas se trata. El segundo paso es la conciencia de nuestra capacidad natural de resolución de los problemas, está en nuestras venas, en nuestro DNA. El tercer paso es poner manos a la obra, la próxima vez que te enfrentes a un problema, en lugar de pensar en todo el mal que te va o te puede ocasionar, piensa rápida y primeramente, ¿Cómo puedo resolver este problema?

Todo se vale. Busca información, pide ayuda, aprende, comprende, está en ti hacerlo, lo importante es la actitud, una actitud positiva, de resolución, lo importante es no dejarte llevar por el impacto, por el shock de tener el problema, no elevarlo en un pedestal inalcanzable, como algo a lo que no puedes llegar, algo que no se debe de confrontar, es todo lo contrario, lo verdaderamente importante y esencial es la voluntad, el interés, las ganas de resolver el acertijo, de ganar el juego.